Autor: Daniel Martínez
El objetivo que me propongo es analizar Historia de las Mentalidades examinando el texto de Vovelle, “Ideologías y Mentalidades” y contraponerlo con el texto de Ginzburg “El Queso y los Gusanos” cuyo autor cuestiona fuertemente la Historia Estructural.
Michel Vovelle es un historiador francés y produjo el libro que estamos trabajando en 1976. A pesar de pertenecer a la historiografía marxista este trabajo esta vigorosamente influenciado por la metodología de la escuela de los Anales.
La metodología que usa el materialismo histórico que es el materialismo dialéctico es funcional para explicar el cambio. Por este motivo, Vovelle (a pesar de ser marxista) utiliza instrumentos teóricos para explicar las continuidades porque la mentalidad es una estructura muy resistente al cambio y definiendo el concepto de mentalidad como “cárcel de larga duración”.
Por eso este escritor estudia las mentalidades desde la historia estructural, la historia total, donde se articulan todos los niveles que constituyen la realidad. El primer nivel que se constituye es el geográfico, el espacial en el cual se asienta el segundo nivel que es el demográfico (trata de las características de la población) y sobre este se asienta el tercer nivel que es el de la infraestructura económica, la estructura social y las superestructuras ideológicas. La técnica que aplica esta corriente historiográfica es la correlación entre los distintos niveles de la realidad.
Otro aporte que hace lo que luego se va a denominar la historia social es (reflejado en la obra de Braudel “Mediterráneo”), la descomposición del tiempo histórico en tres temporalidades: el tiempo largo donde los cambios son lentos e imperceptibles y lo que constituye la cárcel de larga duración y el medio geográfico condiciona las actividades humanas; el tiempo medio donde se montan los aspectos económicos demográficos y sociales ( aquí se aplica la historia cuantitativa evaluando la medición de precios comportamiento demográficos), es el tiempo secular de entre cincuenta y cien años; y por último definen lo que se llama el tiempo corto, el tiempo rápido donde suceden los hechos políticos, la coyuntura de los sucesos.
Vovelle se propone explicar el cambio en medio de una estructura (la mentalidad) apelando a la “sensibilidad prerrevolucionaria”. Detecta que en el tiempo medio (40 o 50 años antes del la revolución francesa) se están produciendo un conjunto de cambios cualitativos que preparan la mentalidad revolucionaria.
Este trabajo bien podría ser clasificado como la continuación del manual de M.Bloch “Los Reyes Taumaturgos” que es un libro precursor de la historia de las mentalidades y descubre que en las creencias colectivas esta la base del absolutismo monárquico. En esta creencia del poder sanador de los reyes que se detecta en el siglo IX y legitima el régimen político del absolutismo, se ve como opera “la fuerza de la inercia de las estructuras mentales” debido a que se extiende por varios siglos y lo explica en el tiempo largo siendo un fenómeno plurisecular.
De lo que se encarga Vovelle continuando el ensayo de Bloch es de explicar como se produjo ese cambio en la mentalidad que creía en el carácter sagrado y divino del rey a un rechazo y negación de estas cualidades monárquicas que acompañaron los acontecimientos revolucionarios.
Las raíces de la ruptura que llevan al cambio revolucionario las revela a partir del método de cuantificación al segundo y tercer nivel de la realidad porque la sensibilidad prerrevolucionaria consiste en un cambio profundo en el modo de ver el mundo. La cuantificación la utiliza para objetivar estos cambios.
La alfabetización es uno de los indicadores que toma mediante el estudio de actas matrimoniales, donde los contrayentes si saben leer y escribir firman y en caso contrario registran una cruz, y descubre un incremento de la alfabetización. Como consecuencia de esto también registra un aumento en la impresión de libros.
Mediante la cuantificación mide también el problema de la cristianización y descristianización en la sociedad francesa. A partir de estudios cuantitativos demográficos muestran que hay una marcada descristianización de la gente que se aparte de la iglesia configurando una sociedad más laica. Empieza a medir mecanismos contraceptivos, es decir, un control de la concepción y en la medida que se incrementan estas prácticas condenadas por la iglesia indican que hay un cambio contestatario frente a la influencia religiosa.
Analiza los testamentos donde encuentra una disminución en el número de misas que el difunto pide a sus deudos que celebren en su memoria lo que refuerza la hipótesis de una mayor laicización y descristianización y otra forma de ver el mundo.
Define el concepto de mentalidad como aquello que permanece muy enterrado en el nivel de las motivaciones inconcientes. No hay un cuestionamiento de porque se cree en la divinidad de un rey, en las masas populares esto se transformó en una creencia colectiva, en una mentalidad.
Asimismo, ve la mentalidad como la traducción de un nivel inferior de la ideología. Lo que subsistirá de expresiones ideológicas de una época arraigada a un contexto histórico preciso, cuando dejan de estar en contacto directo con lo real para convertirse en estructuras formales transportadas y aun irrisorias.
Vovelle como marxista tiene que buscar causas materiales, causas tangibles que expliquen el cambio. A partir del momento en que se produce la revolución trata de explica el cambio proyectándolo para atrás, trata de buscarlo no en las ideas o los filósofos sino en los indicadores que se reflejan en la cuantificación del segundo y tercer nivel quiere encontrar la fisura en la mentalidad.
También se propone escapar al economicismo puro y al marxismo vulgar que explica solamente a partir de las causas económicas como factor determinante de la historia citando a Engels “según la concepción materialista de la historia, el factor determinante es en última instancia la producción y reproducción de la vida real. Si alguien retuerce esa proposición y le hace decir que el factor económico es el único determinante la transforma en una palabra vacía, abstracta, absurda….”
Como contrapunto del trabajo de Vovelle se puede examinar el texto de Ginzburg “El Queso y los Gusanos”. Este libro se da en el marco de la crisis de lo paradigmas. Hay un derrumbe del proyecto moderno asentado en los pilares del progreso y la racionalidad. La historia social no puede dar respuesta a los cambios que se dan a lo largo de las décadas del sesenta y setenta con la emergencia de los actores sociales que desafían las estructuras de dominación.
Se empieza a poner en cuestionamiento las determinaciones estructurales (por ejemplo la mentalidad) frete a los acontecimientos que se suceden como la descolonización, la revolución sexual, etc. La realidad demostraba que los actores sociales podían operar sobre la estructura.
Ginzburg cuestiona los macroparadigmas y la sobredeterminación estructural. Para este historiador que hizo grandes aportes a la microhistoria, la mentalidad como concepto no tiene elementos concientes ni racionales y no sirve para estudiar los dispositivos materiales que tienen que ver con las construcciones voluntarias y concretas que realizan los sujetos históricos.
Cuestiona además el carácter interclasista de la historia de las mentalidades; la mentalidad atraviesa la clase, una creencia como el poder sagrado de los reyes la comparte desde un miembro de la corte del rey hasta el último siervo de la gleba. Si se estudia la cultura popular a través de las mentalidades estaría coincidiendo con la cultura dominante.
Confrontando el concepto de cárcel de larga duración utiliza la idea de “jaula flexible” matizando las determinaciones de una época con las que trabaja la historia estructural. No niega que haya determinaciones de una época pero da al individuo un horizonte de posibilidades latentes, una jaula flexible e invisible para ejercer dentro de ella su propia libertad condicionada.
En el texto de Ginzburg utiliza el concepto de circularidad donde los fenómenos culturales circulan entre la cultura popular y la cultura de elite y se resignifican en el colectivo social.
Menoquio, un molinero del siglo XVI, articula el universo de las creencias populares que posee como integrante, como lector popular, con la lógica de la cultura letrada. El autor demuestra esta ambivalencia en la visión de mundo de Menoquio ese conjunto de creencias de la cultura popular tomada y resignificada por la cultura letrada.
El testimonio de este molinero que afirma que el principio el universo era un magma de queso , es sacado de un juicio de la inquisición, por eso este autor afirma que no es posible conocer la cultura de las clases subalternas por afuera del” gesto que las suprime”, es decir los expediente judiciales que criminalizan sus actos.
La historia social clásica rechaza el estudio de este integrante de la cultura popular que sabía leer por no ser representativo. A la micro historia no le interesa la representatividad, vasta que haya existido para que se estudie. Aquí opera el concepto de “Excepcional Normal” una persona que es diferente, sale de la norma, desafía la estructura. Aquí también hay una crítica a Thompson que sostiene que las clases populares tienen una cultura propia frente a las clases dominantes pero esa cultura es homogénea dentro de la clase. Menoquio es una muestra de la heterogeneidad de la cultura popular.