Por: Nora Céspedes
Eduard Carr, es un historiador reconocido y respetado por sus pares. Una muestra de ello es que este libro ha sido prologado por Esther Barbé de la Universidad Autónoma de Barcelona.Nacido en Londres (1892-1982 sus actividades fueron las siguientes:docente universitario, diplomático y director del “The Times”. Su carrera diplomática: de 1916 a 1936, sirvió en la Oficina de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, fue parte de la delegación en la Conferencia de Paz de París. Más tarde llegó a ser consejero de la Sociedad de Naciones. Luego entre 1931 y 1937, publicó numerosas obras sobre los historiadores y la historia. Dio lugar a una incipiente disciplina como las relaciones internacionales. Después de la guerra, en el de Balliol College, Oxford, y luego Trinity College, en la que publicó la mayoría de sus obras de divulgación "Historia de la Unión Soviética" y "¿Qué es la Historia?", los últimos años los pasó en Trinity College.
Es necesario tener en cuenta que el libro fue publicado en setiembre de 1939, planeado en 1937 y enviado a imprenta en junio de 1939. Es decir, estaba muy cerca de los hechos decisivos que condujeron a la segunda guerra mundial. Lo cual nos da la pauta de la aguda mirada crítica sobre su época y su tiempo. Eso requiere especial habilidad y maestría en un contexto histórico complejo como el período de entreguerras.
Brevemente haremos un repaso de algunos hechos previos a su publicación:
Uno de ellos fue el viraje de 1932 en las relaciones internacionales y en 1939 se agravaron por la segunda guerra mundial. Durante este período se produjo una serie de tratados en los diferentes países de Europa e incluso de Japón, que había llevado a cabo acciones sobre China en septiembre de 1931. La sociedad de Naciones llamó a que modificase actitud y ante la negativa lo condenó moralmente.
Además continuaban las secuelas de la crisis de 1929. Sumado a que en 1933 las acciones de Hitler rondaron el abandono de la Conferencia del Desarme y la Sociedad de Naciones. Además, en 1934 se realizó un pacto de no agresión con Polonia que quedó superado por la ficción del compromiso. Y encima, el 17 de julio de 1936 se produjo el golpe contra el gobierno de Frente Popular español, punto de partida de la guerra civil. En este mismo camino se dió la alianza Roma-Berlín, en noviembre de 1936. Otra alianza fue la de Alemania y Japón, a través del Pacto de Antikomintern, a la cual se sumó Italia en noviembre de 1937. Y meses antes Japón estaba en guerra abierta con China.
Sin embargo, los intentos de hallar el camino hacia la paz era un recorrido que ya no tenía regreso. Y aún con la intención del primer Ministro Cambarlain, en esos años, tomó las riendas de las operaciones luego de dos entrevistas con Hitler el 15 de setiembre de 1938, 22 y 23 de setiembre y además en la Conferencia de Munich. El 29 de setiembre en la que estuvieron Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia le concedieron a Hitler todo lo que reclamaba, es decir los Sudestes fueron incorporados. Y en marzo de 1939 las tropas alemanas invadieron Checoslovaquia.
Entonces,al tiempo que el gobierno soviético en una situación diferente en marzo de 1939, en el que Gran Bretaña y Francia trataron de negociar porque la URSS seguía en tratativas con Alemania para un futuro acuerdo de no agresión. Esta situación lo que propiciaban eran interrogantes sin respuesta. En esta situación, el 1 de setiembre fue cuando las tropas alemanas entraron a Polonia desencadenando el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Dentro de este contexto Eduard Carr escribió “La crisis de los veinte años (1919-1930)”. Dicho esto podemos avanzar.
El autor tiene dos objetivos principales: el primero, el rechazo del wilsonismo que se basaba en el orden internacional de la Primera Guerra Mundial, crítico del discurso internacionalista y moralista. El segundo objetivo se centra en el rechazo al sistema económico a través del cual propone la regulación económica a nivel internacional y de un estado que tenga pleno empleo, igualdad y justicia social, dejando de lado el ideario liberal. Situando de esta manera los fines sociales por encima de los beneficios económicos.
En las cuatro partes del texto: La ciencia de la política internacional, La crisis internacional, Política poder y moralidad, Conclusión: Las posibilidades de un nuevo orden internacional. Específicamente se propone establecer que la ética y la política deben despojarse de la moralidad para poder avanzar. Se refiere así al cambio en la política internacional, es decir, dejar atrás la política de la primera posguerra, lo que llamamos el Viejo Orden, en el que Gran Bretaña era la potencia imperial. Sin embargo, este liderazgo queda amenazado con la primera posguerra, y queda en manos de Estados Unidos con hegemonía mundial, política y económica. Este sería un rumbo con el que Carr no está de acuerdo con el nuevo orden internacional impuesto por el wilsonismo en un primer momento. Para ello a lo largo del su línea argumental nos va mencionando distintas instancias filosóficas (Platón, Kant, Maquiavelo, Descartes) para ir construyendo el consenso necesario de las distintas naciones de Europa requeridas en ese momento. Y de acuerdo a ello observa de manera crítica el proceder de las potencias que se dejaron llevar por esa moralidad. Y en el cual, sus deseos expuestos poco tuvieron que ver con sus acciones concretas, y por eso los diversos pactos de no agresión se desplomaron uno tras otro como el efecto dominó. Por lo tanto, sus estrategias políticas para evitar la guerra fueron inocuas. Respecto de esta política que estaba impregnada de los ideales liberales, y en ese sentido, el autor es crítico con la política de armonía de intereses así como con las ideas del darwinismo en la política, por ejemplo en Alemania que eliminaba a las naciones no aptas. Es allí donde surge esta idea de armonía rota que se produjo por el choque de intereses que implicaría la eliminación del competidor. Entonces hay una profunda contradicción entre el interés nacional y el bien universal, el caso de Estados Unidos que se conformó en una potencia deudora a acreedora. Se identificaba con la causa de la moralidad internacional con la política internacional, porque al mismo tiempo anexionaba otros territorios, demostrando de esta manera los límites del internacionalismo. Un fuerte fundamento es que la política es siempre política de poder. Porque la política no puede ser definida sólo en términos de poder, aunque sea esencial no es suficiente para entender un asunto político, un claro ejemplo de ello es el pacto de Locarno. En otro aspecto, la autoridad última del derecho deriva de la política, o en otras palabras que la autoridad con derecho a hacer y deshacer lproviene de la política. Y como la resolución de problemas internacionales por la vía judicial resultó insuficiente por las fallas del procedimiento arbitral y judicial. Entendiéndolo como el principio del acercamiento al cambio pacífico, punto de llegada para Carr. Porque entendía que el viejo orden no podía ser restaurado lo que implicaba un giro de trescientos sesenta grados que se imponía inevitablemente.
Dejando para el final una valoración personal, cabe mencionar que Carr guarda su objetivo cautelosa y celosamente, con la proposición del cambio pacífico. Y en cada capítulo fue reforzando sus ideas y conceptos. Supo apoyarse en distintos autores desde la filosofía para adentrarnos en la temática. Su propuesta trata de construir una alternativa convocando de alguna manera a un estado hobbesiano, es decir pasar del estado de naturaleza a un estado sociedad civil en el que cada uno de los países deja sus intereses particulares para el bien del Estado pero a un nivel supranacional. De sus preguntas que surgen gracias a su inquietante pluma aunque ha sido escrito cerca de los acontecimientos, la segunda guerra mundial. Puede abordarse el análisis en dos claves: como fuente histórica y como la de aquel historiador que intenta comprender todos los prolegómenos de la época como la de entreguerras. Y si lo pensamos más, no ha perdido vigencia el problema de lo supranacional. Es para el lector un gran desafío porque al contrario de otros textos deja muchas más preguntas que respuestas.
Dicho esto, se debe tener en cuenta que en esos tiempos había sido funcionario diplomático de Inglaterra y por lo cual ve como centro de ese estado supranacional a su país. Eso le quita cierta fidelidad a lo propuesto por el autor en las interesantes páginas del texto si tenemos en cuenta el momento histórico analizado.
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